En realidad se llama Denis André Juffé Louis, pero desde la década de los 70’ empezó a llamarse en sus escritos, André Jouffé. Y fue uno de los periodistas que le tomó el pulso al glamour de la sociedad chilena durante décadas. Uno de los mejores. Seguramente sus años de gloria coincidieron con la Revista Cosas de la que fue uno de los fundadores, en 1976 y editor internacional hasta 1994 en que viaja a París como agregado de prensa de la Embajada de Chile en Francia. Entre medio hizo un sinfín de actividades en torno a la cultura: colaboró en diversas revistas tales como Análisis; fue director de la Escuela de Periodismo de la Universidad San Sebastián, y gestor cultural de la Municipalidad de Punta Arenas.
Con cerca de una veintena de títulos entre los que destacamos: Mis encuentros con la oposición (1983) Las Piernas de Mariana (1993); Los encantos de Jackie Van (2005), Jouffé acaba de publicar Las andanzas de Freddy Salmón (2021) en que muestra su acerada pluma.
Jouffé supo combinar el mundo del glamor con profundas entrevistas políticas y culturales que son un reflejo de la época. Todos los años André viajaba por el mundo y mientras escribía sobre Lady Di, tenía encuentros con intelectuales de la talla de Ernesto Sabato, Gabriel García Márquez, por citar a algunos. Luego partía al Festival de Cannes, que lo cubrió en dieciocho ocasiones.
André, acaba de lanzar Las andanzas de Freddy Salmón, ¿acaso es de los que quieren morir con las botas puestas?
“El año 2020 transcurría en pandemia. Encierro total, salvo unas caminatas limitadas en el barrio. Durante una de ellas me topé con un minimarket con frutería en la acera: Freddy Salmón. Me dije: Esto no pasa en banda. De manera que me propuse hacer una novela que con los días se transformó sin querer queriendo, en una serie de relatos”.
¿Qué hay de usted en Freddy Salmón?
“Casi todos los personajes que aparecen en el libro son individuos o hechos en los cuales estuve presente. Aspectos que no aparecieron en las entrevistas que publiqué en Cosas, Análisis, Siete Días o en los 44 medios en los cuales estuve en 52 años de periodismo. Freddy casi podría decir soy yo a través de interpósitos”.
¿Ha pensado en escribir sus memorias?
“Todos mis libros son mis memorias, 18 impresos y otros cinco on line. He escrito y publicado por encargo biografías en cuatro libros impresos y uno on line. En la otra historia de Pinkas y Gabrielle (ganó Fondart 2007) está casi toda mi existencia; en los otros, la parte periodística”.
Las revistas de papel parecen ir en retirada, ¿qué significó Revista Cosas para usted?
“Significa dos cosas: la revista de los padres fundadores, años heroicos, con malos viáticos, sueldos mediocres, pero con ciertos aciertos en el caso mío de poder incluir entrevistas a políticos opositores de alto nivel como Olof Palme, Willy Brandt, Yasser Arafat, y escritores como Morris West, Vargas llosa. Jorge Amado, Borges, García Márquez y Sábato entre otros. Y está el Cosas de cuando no era editor, al regreso de Europa, una revista con un gran colofón, un edificio y un estilo alejado del que impusimos los fundadores. En este caso, el todo tiempo pasado fue mejor, es más valido que nunca para mí”.
En el balance de Cosas siempre se hace referencias a que tuvo un rol gravitante en el retorno a la democracia. ¿Qué piensa al respecto?
“Manipulado; o sea el acuerdo con Pinochet y Mónica Comandari era por ejemplo la publicación de un Felipe González a cambio de un ministro de la dictadura y dos líderes de derecha, como Sergio Onofre Jarpa a mediados de los ochenta y luego de la UDI en las postrimerías del gobierno autoritario. Fue una buena tribuna, pero no influyó para nada en el retorno a la democracia; fue la manifestación ciudadana transversal de derecha moderada a izquierda a ultranza”.
Revista Cosas durante años tuvo la sagacidad de combinar la entrevista en profundidad, algunas muy contrarias al régimen de Pinochet, con secciones dedicadas al glamour chileno y mundial. Cuando se casó Cecilia Bolocco, con Michael Young la revista vendió miles de ejemplares y tuvo la exclusividad de mostrar la boda a sus lectores.
Unas copas con Roman Polanski
André Jouffé (Santiago, 1947) es periodista, escritor y profesor universitario. Además de Caballero de la Legión de Honor, de Francia. Abierto, es un hombre que ha sido generoso con su amistad. Es padre de Cristóbal, Andrea, Martín e Isidora.
Cosas era un mundo de burbujas y champagne…
“Para mí lo fue la vara del Parrón, la Unión Chica, el Lommit’s. Asistí a muchos cocteles por compromiso, pero mi nido estaba en la bohemia y por eso escribía con otro nombre, en Análisis, bajo el seudónimo de Betsy Graham. No es que me repelieran Mary Rose Mac Gill o Julita Astaburuaga, yo provengo de antepasados proletarios por el lado paterno de manera que no era mi mundo el que pintaba Cosas. Aun cuando Mary Rose fuese hija de mayordomo el apellido influye mucho en Chile especialmente si lleva un Mac delante”.
En el libro se menciona un encuentro con Roman Polanski…
“Hubo tres encuentros con Polanski. El primero cuando me hice pasar como amigo de su compatriota Jerzy Kosinsky y me dio una entrevista en el teatro Marigny de París. Roman pidió champán y luego se nos calentó la boca y nos fuimos a un restaurante y bebimos hasta perder tácitamente la memoria. Por suerte grabé la entrevista en el teatro”.
¿Hubo copas de más?
“Más que eso. Al día siguiente de la tomatera debía entrevistar a Marc Bohan a cargo de la Casa Christian Dior y a Raymond Aron el cientista político que todos los años me recibía en mayo en la Escuela de Altos Estudios Políticos. Ni el café ni los chicles ni las pastillas de menta lograron disimular la halitosis. Así que llegaba con esa terrible ansiedad post a los encuentros. Pero en Europa estar pasado a trago en la mañana es común, los obreros a las diez salen a tomar su ‘verre’ de vino. La segunda ocasión fue en Cannes para el festival, donde en una sala especialmente diseñada para entrevistas ahí por el año 1990, seguimos grabando y el pedía champan a cada rato. En Condorito hubiese sido el garganta de lata perfecto. El tercer encuentro fue en un trayecto entre Palma de Mallorca e Ibiza, islas Baleares. Me reconoció en cubierta y conversamos más que nada sobre la influencia de Chagall en su vida. Asimismo que le había caído mal que Kosinski hubiese escrito un relato sobre que gracias a haber perdido las maletas en Nueva York perdió el avión a Los Ángeles, justo el día de la matanza de su mujer, Sharon Tate, siendo que jamás tuvo la intención de visitarlos”.
La lista de sus entrevistados es larga, ¿pero con cuantos ha logrado alcanzar cierta intimidad?
“Con Román Polanski; con la protagonista de Emmanuelle, Sylvia Kristel que se quitó la vida, Telly Savalas, Vanessa Redgrave, Hannah Shygulla y Klaus Kinski. Por dejar la revista Cosas e ingresar al Ministerio de Relaciones Exteriores mi techo fue Angélica Jolie y Nicole Kidman. Las y los más jóvenes, ya de regreso definitivo y fuera de Cosas, estaban fuera de mi alcance. Tuve una gran amistad con Raúl Ruiz que me menciona varias veces en los Cuadernos Impresos de la Universidad Diego Portales hechos por encargo de Valeria Sarmiento, que considero una amiga muy querida. He estado en la casa de Vargas Llosa, Borges, Sábato, Paul Johnson, George Simenon, Sarah Miles y muchos más”.
¿Considera que las entrevistas apenas rozan la epidermis de las personas?
“Depende de varios aspectos: la confianza que deposite en ti él entrevistado; el genio en que se encuentre ese día. Por ejemplo, una actriz de cincuenta años entrevistada a las nueve de la mañana seguramente tendrá cara y respuestas agrias, pero un Robert De Niro que no trasnocha, toma desayuno contigo y se abre mucho. Con De Niro hablamos más que nada de arte ya que su padre era escultor y De Niro también se las trae en ese sentido”.
Sea como sea su encuentro con Claudia Schiffer es algo que debe recordar…
“Sí, porque estaba en apogeo con sus 19 años… Yo iba al baño durante los World Music Awards en Mónaco y actuaban Whitney Houston, Michael Jackson, Prince, Ringo Starr, Samantha Fox y de visita Úrsula Andress y Brigitte Nielsen, ex Stallone. Y me encuentro con esta joven, treinta años menor, de pié esperando su turno para subir al escenario. La abordé y le pedí una foto, tranquilizándola que no iba a hacer comentarios insidiosos a raíz de eso. Un valet del Sporting tomó la foto y luego conversamos veinte minutos”.
Haber sido agregado de prensa en Francia, entre 1994 y 2000, ¿le abrió puertas para conocer a personas que no estaban tan al alcance?
“Al contrario, Aprendí muchas cosas, pero me alejó del mundo periodístico. El ser agregado de prensa y encargado de cine y cultura me comprometía más a ayudar a los chilenos a abrirse paso en Francia. Invité a Enrique Lafourcade, acompañé en sus gestiones a Volodia Teitelboim y Luis Sepúlveda, Jaime Collier; no siempre supieron que yo estaba detrás. También ayude en la resurrección de Francisco Coloane, que tuvo como escenario Europa y no Chile gracias a Luis Sepúlveda y Alvaro Mutis. Fui guía de Hernán Rivera Letelier. Otro escritor que no fue a Francia, pero fue traducido al francés fue Ramón Díaz Eterovic, el mejor escritor de novelas policiales; muy sencillo y solidario”.
En alguna ocasión tuvo un encuentro con Sebastián Piñera en París…
“Lo relato en un cuento titulado Bailando con Sebastián. Nos encontramos en la rue Napoleón Bonaparte. El actual Presidente iba con Cecilia Morel, Pedro Pablo Díaz y su señora; yo con Odette, el arquitecto Borja Huidobro y su esposa Michelle Duhart. Después de conversar un rato me comprometí a llevarlos en la noche a un lugar de corte no turístico. Y terminamos bailando encima de las mesas, cantando en ‘Les trois mailletz’, (Los tres martillos) en pleno barrio latino, cuyo propietario sanfelipeño, era hijo de chilena y padre francés asignado como agregado militar en Santiago. Fue otro Piñera, totalmente desatado de sus tics y tono empresarial”.
¿Quién pagó la cuenta?
“En un momento dado fui a pagar la cuenta. Luego cuando lo quiso hacer Piñera, se encontró con hechos consumados. ‘No era necesario’, dijo. En la casa mi mujer me subió y bajo: ‘Claro que no era necesario. ¿Cómo se te ocurre pagarle la cuenta a uno de los hombres más ricos de Chile?’”.
Epílogo
André, ha tenido el coraje de admitir su adicción al alcohol. ¿Cuánto daño le causó?
“El daño se lo ocasioné principalmente a mi familia y las vergüenzas que sufrieron. En lo personal, físicamente me avejentó, pero mis achaques nada que ver con el trago: gota a los 23 años -por herencia- próstata, por edad, y operación al hígado que en vez de consecuencia del copete resultó ser un quiste hidatídico, derivado de mi juventud en el campo y el contacto con los perros. Éstos al lamer animales muertos quedaban con los huevos del bicho y uno ingenuamente se dejaba querer; pero los huevitos ingresaban al organismo (seguramente al meterme el dedo en la boca o en la nariz) y tuve suerte con el hígado, porque pudo haber sido el corazón o el cerebro. Jamás hubiese sabido del quiste a no mediar que paseando por Jerusalén, un mendigo no vidente me pidió la mano y me dijo: ’Apenas regrese a su país, vaya a un médico, usted tiene algo con agua, evite el mar y las piscinas’. Y en efecto, el quiste hidatídico es una bolsa de agua que arma el bicho en el órgano en el cual se instala. Era de dos litros”.
¿Es algo superado?
“Nunca una adicción es superada. Un gran iriólogo y homeópata Ivan Taborga Fontena me dijo que podía sacar a la gente de la adicción al alcohol, a la cocaína y psicotrópicos pero jamás del cigarrillo. Yo jamás fui atraído por la droga, me causaba temor. Algunos dicen que si hubiese sido marihuanero el daño a mi organismo habría sido menor. Estuve en centros de rehabilitación, escribí el libro Los sauces de Colina. Contiene experiencias de gente adicta. En realidad, aunque uno esté limpio, en el alma sigue adicto”.
¿En qué momento de la vida se encuentra?
“Asumiendo no estar en primer plano, sin trabajo fijo salvo escribir libros por encargo; ya con la pandemia no puedo dictar conferencias. Así que mato mucho tiempo leyendo, y juego unos cuatro scrabble diarios para ejercitar la memoria. He bajado de 91 a 79 kilos y espero pabellón para operarme de próstata, cáncer fase dos. Cosa difícil si uno está sujeto al sistema de salud pública”.
Si pudiera elegir volver a algún momento de su vida, ¿cuál elegiría?
“Como dijo un hijo mío, te he visto eufórico, pero nunca feliz. Cuando nazca mi primer nieto Jouffé (tengo nieta y dos nietos, pero llevan el apellido del padre) en junio puedo irme tranquilo. Mi familia lo sabe, mi hija de 14 también; los dejé preparaditos, porque repito, camina esqueleto camina, que la vida comienza mañana o, como el antiguo programa de Eduardo de Calixto, el carrusel del aire dejó de girar. Me da absolutamente lo mismo estar vivo o muerto”.