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El país de la franja

Cuando observo la franja electoral, difundida obligatoriamente por los canales de televisión, siento dos impulsos: me dan deseos de marcharme del país en que vivimos hoy, al mismo tiempo que me entran ganas de irme a vivir al país en que nos convertiríamos, si ganaran ciertos candidatos.

¿Se ha fijado el lector lo mal que está el país, de acuerdo a cómo lo describen los candidatos? La injusticia, la inequidad, la discriminación, la pobreza y la corrupción son sólo algunos de los males que, según ciertos candidatos, nos afectan.

Pero no son los únicos: el narcotráfico, el consumismo, el individualismo, la inseguridad y la intolerancia aquejan a millones de chilenos, según otros tantos candidatos. La depredación medioambiental, el materialismo economicista, la indolencia social, el opresivo heteropatriarcado y el conservadurismo cultural son pan de cada día en un Chile que debe cambiar, según se les ha escuchado a numerosos candidatos(as) (es).

Pero si les hacemos la cruz, se encenderá una luz de esperanza. Si votamos por ellos, el país despertará y todos esos males, junto a unos cuantos más, quedarán en el pasado. Entonces, como el sol cuando amanece, advendrá una sociedad muy diferente. Se irá todo lo malo y entrará todo lo bueno.

Si triunfan estos candidatos tendremos una sociedad más justa, un país con equidad, un Chile en el cual la inclusión sea la regla y la pobreza se haya ido junto con la corrupción, dejando en su reemplazo el desarrollo y la honestidad. Si ganan aquellos candidatos seremos nuevamente un pueblo saludable en el que las drogas no se vendan, dedicados puramente a las cosas del espíritu, un Chile nuevamente solidario, mucho más seguro y ciertamente paciente y comprensivo.

Tras el triunfo de aquellos candidatos, el respeto al medioambiente será casi universal, el desprendimiento material se hará costumbre, cada quien se interesará genuinamente por cada cual, los hombres no oprimirán a nada ni a nadie y la cultura verdadera brotará en cada esquina.

¿Cómo no querer que llegue luego ese Chile que aparece en casi cada uno de los mensajes, por cortitos que estos sean?

La franja nos muestra cada noche un país sin deberes, pero con abundancia de derechos. Pareciera que es cosa de votar por la persona indicada y, por arte de birlibirloque nuestros males, defectos y demás vicios desaparecerán. Esto ni siquiera es populismo, el que requiere un poco de elaboración. Más bien es casi magia. Este cambio tan virtuoso pareciera depender exclusivamente de dos fuentes: nuestro voto, que habría que darlo a estos candidatos y, la otra fuente, es la voluntad de quienes sienten que los problemas se arreglan solos, apenas sean elegidos.

En la franja muchos prometen trabajar sin cansarse (así no es gracia) repartiendo el dinero público, luchar contra los intereses empresariales (que pagan los impuestos), aumentar el tamaño del Estado (con nuevos órganos burocráticos) y garantizando derechos (y eximiendo de deberes) por doquier.

Observando la franja se aprecia que muchos candidatos se empeñan en ganar como si la elección fuera un certamen poético, de ciencia ficción o de pintura, en el que triunfa aquel que describe el futuro más sublime y la sociedad más deseable, aquella en la que todos quisiéramos vivir, pero nadie ha podido nunca hallar.

Es asombroso comprobar que, en pleno siglo XXI, aún persistan encantadores de serpientes y vendedores de ilusiones. Pero más asombroso (y triste) será comprobar que todavía existen compradores.

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